Comí de los anhelos
frutos secos del recuerdo
Grité a rostros de cordura
las caricias muertas de tus manos
Entregué cientos de besos rotos
a espejos cargados de locura
Bebí cielos estrellados
contenidos en un abrazo
en cuyo fondo se dibujaba
el mismo rostro azulado del niño que
tantas veces intenté identificar
Entonces miré al suelo, miré al suelo
Y de repente caí bajo mis pies
Donde me entretuve jugando con la suciedad de
la suela de mis zapatos
En ella se imprimió la imagen viva
de ese niño inocente y sonriente
que analizaba todo lo que tenía entre sus manos
recostado sobre el tronco de un árbol
embriagado por el perfume de las flores
y por una terrible curiosidad y ganas de vivir insaciables
Pasó allí todo la tarde
Dormido en la brisa cálida que desprende la tierra
bajo el sol de primavera
Hasta que de pronto las hormigas que vivían en el tronco del árbol
comenzaron a morderle
Se levantó y se fue a su casa a cenar
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